¡Dale un beso!

A todas las personas nos han dicho esta frase en algún momento de nuestra infancia. Como personas adultas, es lógico que queramos enseñar a nuestras niñas y niños a saludar con cierta cercanía (en España y otros países es común presentarse con dos besos). No obstante, no siempre sabemos respetar su espacio: tocamos su pelo, los “comemos a besos” o les damos palmaditas en el trasero, ignorando que también tienen derecho a poner sus límites aunque no sean adultos. A veces, nuestros peques son reticentes a dar un beso o un abrazo a una persona que no conocen, y nuestra respuesta suele ser “¡Venga! ¿Por qué no le das un beso?”.

De esta manera, sin darnos cuenta, les damos mensajes contradictorios: por una parte, insistimos mucho en lo importante que es que no hablen con desconocidos; por la otra, sin embargo, solemos pedirles que abracen y besen a otras personas adultas que no conocen (incluso antes de contarles quiénes son y por qué pueden confiar en ellas).
 

¿Tan malo es hacer esto?

Aunque estos gestos no tienen por qué ser determinantes, pueden dificultar la capacidad de nuestras hijas e hijos para poner sus propios límites y pedir que se respeten. Esto se hace especialmente difícil en la vida adulta para algunas mujeres. ¿A quién no le ha pasado que, cuando alguien ha invadido nuestro espacio personal con algún gesto que no nos gustaba, nos hemos quedado bloqueadas por “ser educadas”?.


¿Cómo podemos ayudarles?

Aunque todo esto pueda parecer algo inocuo, es muy beneficioso que permitamos a los niños y niñas marcar sus propios límites y respetar su espacio íntimo. Una buena manera de hacer esto es preguntarles en lugar de darles órdenes directas o lanzarnos a abrazarles, pidiendo su opinión: “¿Quieres darle un beso?”, “¿Nos damos un abrazo?”.

Cuando digan que no, es importante mostrar que respetamos su decisión diciéndoles que está bien, y si queremos podemos ofrecerles otro gesto con el que quizás se sientan más cómodos (por ejemplo: “¿Chocamos los cinco?”).

Puede parecer que con esta actitud dejaríamos de fomentar que los peques desarrollen la afectividad física y se vuelvan más fríos o desconfiados, pero hay que tener en cuenta que aprenden más de lo que nos ven hacer que de lo que nos oyen decir. Por esto es primordial que, si queremos que adquieran este tipo de gestos, vean cómo nos relacionamos afectivamente con otras personas: dándonos más abrazos y besos, dándonos la mano y mostrando nuestro cariño en el día a día.




- Por Andrea Martínez Fernández 

Comentarios